Escritores felinos.

Autora: Eva Losada Casanova

Charles Dickens siempre dijo que el mejor regalo era el amor de un gato. A Hemingway le gustaban porque mostraban aquello que sentían mientras que los humanos lo escondían. Para Marc Twain quererlos era mantener una amistad duradera, sin introducciones. William Borroughs fue todavía más lejos, para él el amor de gato era único e intransferible. Fletch y Ruski o Calico fueron algunos de los nombres de los gatos que pasaron por su vida. Le acompañaron en sus noches de insomnio y en sus etapas más oscuras. Escribió un libro entero dedicado a su alma felina “The cat inside”. Alma negra como casi todos los gatos que tuvo.

Butler Yeats también creía estar habitado por los gatos, a los cuales dedicaba poemas enteros donde él mismo se relamía las heridas. Hay escritoras como Patricia Highsmith que personifican al gato y lo lanzan al estrellato como sucede con Mr. Ripley. En este caso no sabemos quién llegó antes: el personaje o el animal. La novela policiaca y el suspense siempre van acompañados de gatos, son escurridizos, misteriosos, imprevisibles, extraños…ingredientes perfectos para los textos de otro gran escritor felino: Raymond Chandler. Chandler apostaba también por el gato de ojos amarillos, el gato urbano de callejones oscuros que roza la pierna del detective antes de ser acorralado por un confidente reconvertido. Para Edgar Allan Poe la convivencia con los gatos iba mucho más allá que la ficción. Poe estaba absolutamente obsesionado con ellos, su obsesión se llamaba monomanía felina. Iba a buscarlos a lo más profundo de su mente y también de su soledad. Quizá inmortalizó al gato negro, lo colocó en el fondo de nuestras pesadillas y supersticiones,  esas en las que  un maullido persistente se oye tras un muro o cuando la reencarnación del mal hace sus estragos. ¿Será que toda obsesión se gesta en la infancia? Yo vi como un hombre ahogaba a cinco gatitos en una bolsa de plástico, ¿y tú?

Sin lugar a dudas. Baudelaire dijo de ellos Je vois ma femme en esprit. Son regard, comme le tien, aimable bête profond et froid, coupe et fend comme un dard. Y es que muchos hombres se rinden a la mirada felina, la femenina, aquella mirada que dice sin decir, que esquiva y duele, amable a veces, suave otras pero siempre indescifrable, como la de Madame Chaauchat. Sylvia Plath vivió rodeada de gatos. Murió bajo la atenta mirada de uno de ellos. En algún momento de su trágica vida escribió que moriría nueve veces como los gatos. Y así fue.

Un día te transformas en H.P. Lovecraft, vives con ellos desde niño y escribes, miras al vacío, buscas una frase, ambientas una escena y de repente, mientras él te mira envuelto en el único rayo de sol que entra por la ventana, creas Los gatos de Ulthar, en el que el mal reside en una granja de exterminio de gatos.

Y si tu imaginación te ha convertido en lo que eres, en un escritor de éxito, entonces dedicas una novela a tu infancia felina,  a tu infancia En las nubes, como hizo Ian Mcewan.

Nos acompañan por la noche, se pasean por el teclado robando nuestro tiempo, se arrebujan en nuestro regazo o asoman tras el ordenador. Gatos y escritores, una combinación que funciona porque es en lo cotidiano donde, casi siempre, reside el misterio de aquello que escribimos. El silencio del gato, su presencia atenta pero discreta, la suavidad de su pelaje, la elegancia de todos sus movimientos, la inexistencia de torpeza, su mundo ajeno, inquietante… Acompañan siempre las horas de escritura sin estorbarla, inspiran tramas, poemas y hasta cómo morir. Tan solo duele su presencia cuando son llamados a la caza y un día, mientras escribes, descubres a tus pies un ratón aterrorizado o quizá un jilguero muerto, ese que acaba de dejar de existir, de cantar. Es, como diría John Cleese, un ex jilguero. A pocos metros sientes unos ojos bondadosos, se entornan complacientes, casi humanos, te contemplan amarillos, acompañan la ofrenda, esa ofrenda del más refinado regalo de tu salvaje y tierno amigo: algo agonizando o muerto.

Eva Losada Casanova . Escritora. Imparte los talleres de narrativa y novela en La plaza de Poe.

 

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