No existe un método infalible para escribir una novela, no existen los famosos «diez pasos», ni los veinte, no existen recetas milagrosas, ni guías sencillas, ni pócimas mágicas, ni atajos, ni pastillas de colores. Escribir una novela es una tarea ardua, complicada, comprometida y está sembrada de agujeros negros que hay que intentar evitar o, si no lo conseguimos, saber salir lo más enteros que podamos de ellos. Nunca aconsejo a los alumnos que se lancen sin paracaídas a la construcción de su primera novela. Y hablo de construcción porque la escritura es una parte de ese proceso, el resto es pura y llanamente levantar los andamios desde los que se trabaja. La novela tiene grandes pilares, vigas, tuberías, cuartos oscuros, hilo musical, cajas de luz y a veces, texturas, olores y cuadros colgando de las paredes. Y, encima, está viva y puede crecer, volverse contra nosotros, huir, y hasta morir. Esto último es bastante frecuente. Las novelas mueren antes de ponerse a caminar derechas, antes, si quiera, de tener un título.
Podemos comprarnos una barca, unos remos y salir al mar, podemos remar con ganas, con furia, con pasión, pero si no disponemos de algunas herramientas imprescindibles, si no salimos ahí fuera con músculo para avanzar, llegará un momento en el que, quizá, nos encontremos en medio de una masa de agua, sin brújula, sin mapa y con un frío de mil demonios. De poco nos va a servir tener una trama trepidante, un gran personaje o una historia redonda. Escribir novela es otra cosa. Lo primero que tenemos que hacer es formarnos en técnicas narrativas, no es complicado hacerlo, quizá pueda llevarnos un año, o menos. Eso nos mostrará todas las posibilidades que nuestra historia tiene, nos facilitará decidir desde dónde cuento las cosas, desde dónde miro, trabajar escenas, diálogos o cómo integrar los tiempos del género. Formarme me va a permitir avanzar con cierta seguridad, sin desesperarnos demasiado. Si no sabemos crear una escena, pulir un diálogo, ambientar o manejar los indicios o informantes, difícilmente podremos creernos nuestra propia historia y, si nosotros no nos la creemos, los lectores tampoco lo harán.
Escribir pequeñas historias, relatos cortos, diálogos, jugar con el lenguaje, aprender a trabajar las frases, nos permitirá, poco a poco, sacar ese músculo que más tarde necesitaremos cuando estemos en medio de la inmensidad del océano. Muscular en la escritura no se consigue un fin de semana, ni siquiera se logra en un par de meses. Se consigue semana a semana, poco a poco, practicando, buscando, experimentando y, sobre todo, leyendo. Leer buenas novelas nos ayudará a encontrar puertas, pasadizos, resortes y, en definitiva, a resolver los problemas que nosotros mismos creamos cuando avanzamos por nuestro manuscrito. Un escritor tiene que leer buena literatura, navegar junto a buenos textos, porque eso nos permitirá comprender el nuestro, asomarnos a él con ojos críticos, sin engañarnos.
En definitiva, a escribir se aprende escribiendo, y a escribir bien, a escribir novelas dignas, se aprende leyendo mucho y formándose junto a otros escritores que ya remaron antes.
Sí es cierto que, en todo esto, hay un ingrediente que nadie aprende, nadie encuentra, no se imita, no se presta y no se enseña: la mirada. Esa mirada es de cada uno de nosotros y es, precisamente, lo que hace que dos novelas sean distintas. La mirada, sí nace con nosotros, somos nosotros: nuestra infancia, nuestros miedos, nuestras lecturas, nuestros llantos y tropiezos. Esa será la masa narrativa, aquello que quizá tomen prestado nuestros personajes. ¿Sabemos escribir desde los personajes? No es fácil, pero también se aprende. Se aprende casi todo.
Al final, estamos hablando de pisos, de capas, una sobre otra, de lo más abstracto a lo más conciso. Hablamos de tijeras, de quitar, de tirar a la papelera, ahí es donde la novela comienza a adquirir forma, en el preciso momento en el que nos giramos y vemos que nuestra papelera está llena.
Una vez que disponemos de esas herramientas y los ejercicios han dado sus frutos, llega el momento de saltar. Hacerlo es fascinante, sí, pero es todavía más fascinante llegar hasta el final y saber volver al principio, poder pasear por nuestra novela en cualquier sentido, de la misma manera que lo hacemos por nuestra propia casa. Es en ese momento cuando lo habremos logrado.
Lo importante es estar preparados y armados para que cuando las ideas lleguen, nada se atasque.
«Las ideas me llegan repentinamente y siguen afluyendo en tal abundancia que pierdo infinidad de cosas secundarias porque no me da tiempo a anotarlas aunque pongo todo mi empeño… estoy rebosante de materia y cada palabra que escribo se me pone en la boca». Knut Hamsun.
Cuando las máquinas aprendan a mentir, serán capaces de escribir estupendas novelas, lo harán en dos minutos, quizá menos. Es más, serán ellas mismas las que, finalmente, encuentren la receta, las pastillas de colores, esos diez pasos infalibles.
Eva Losada Casanova. Escritora. Novelista. Profesora en los talleres de narrativa, novela y relato de La plaza de Poe. Novelas publlicadas: El sol de las contradicciones, XVIII Premio Quiñones de novela 2016 (Alianza editorial, 2017). El el lado sombrío del jardín, Finalista Premio Planeta de novela y 2010 (4º puesto) y finalista Premio Círculo de Lectores para escritores noveles 2010 (editorial Funambulista 2014). Moriré antes que las flores, editorial Funambulista 2021. Otras publicaciones: antologías de relatos con Menades editorial, con Pigmalion y Huso editorial.
Bonito relato.
Me gustaMe gusta
Me gusta el tinto Eva. Aunque nunca lo he hecho. pero se apreciar una tacita de cafe hecha con amor y se que con ese mismo ingrediente escribes y hasta aca, del otro lado del oceano, se percibe el aroma. No dejes de hacerlo, no olvides hacerlo pues antes de que amanezca prefiero degustar tus escritos antes que un tinto… ahora si puedo tomar la infusión que Jose, mi cuñado, ha preparado con amor.
Me gustaLe gusta a 1 persona