Decido, en un día lluvioso, dejar de trabajar. Ocupo mi tiempo en echar un vistazo al recorrido que las mujeres escritoras hemos realizado en los últimos cien años. Lo hago una vez al año, voy poco a poco, actualizando este texto. siempre que lo hago, es otoño, llueve.
Me preparo un té y comienzo a investigar de nuevo. Lo hago de buen humor, a conciencia, sin rencor; con una estupenda predisposición. Me noto conciliadora y optimista. y, además, me obligo, cada doce meses, a revisar las estadísticas para que este artículo siga fresco y actual. Estoy vigilante.
Lo primero que hago es plantearme si el número de mujeres y hombres que leen literatura en nuestro país, es el mismo. En 2017, según el estudio hecho por la Federación de Gremios de Editores de España, el 55% de los lectores frecuentes de libros, son mujeres, en 2018 el porcetaje sube a 67,2%. Nos congratulamos. Más de la mitad lo hace en su tiempo libre. Y en 2019, el porcentaje de lectores frecuentes sube al 68,7%. Y, el perfil más común, es el de mujer de cincuenta y cinco años. La cosa cambia un poco. Por lo tanto, lectoras y lectores, van de la mano, pero nosotras leemos más. Eso me tranquiliza, así que me asomo al criticado y desprestigiado mundo de los certámenes literarios. ¿Qué pintamos nosotras en ellos? Le doy vueltas a la idea de que, en realidad, nosotras, no necesitamos premios. No recierdo dónde he leído esa teoría. Es una idea curiosa, pero no descabellada. No del todo. ¿Es el premio un invento del hombre, para el hombre y entre hombres? Ellos se lo guisan y se lo comen. Qué cosas, todos los grandes premios literarios tienen nombre de hombre. En cualquier caso, decido saber cómo nos ha ido y cómo nos va. Comienzo por el galardón más codiciado, el mejor: el Premio Nobel de Literatura. Nace en 1901, han pasado más de cien años. Solo dieciseis mujeres han sido galardonadas con este premio. De todas ellas: Jelinek, Lessing, Müller, Munro, Alexievich…, lo son en este siglo. Todas son un material maravilloso para mis clases. Entonces, llena de optimismo y sin un ápice de indignación, me convenzo de que la tendencia es cambiante y que, quizá, en los próximos años, más mujeres ganen el Nobel de Literatura. Confieso que no me lo susurro con mucho convencimiento, menos aun cuando leo «Se pospone su entrega para año el 2019 debido al escándalo de acoso y abusos sexuales en el entorno de la Academia». ¡Lo que nos faltaba! Soy una mujer con muy poca fe en los suecos. Me equivoco, no solo gana una mujer, la polaca Tokarczuk, absolutamente desconocida para mí, sino que, para expiar sus culpas, la academia, hace doblete y Olga viene acompañada de mi admirado Handke. ¡Alegrón! y, para mi asombro, en 2020 llega Glük. Por fin, la cosa cambia de verdad.
Me voy a Francia, al prestigioso Premio Goncourt. Un premio lleno de reconocimiento y vacío de contenido económico. Comienzo a leer, leo dos veces, repaso de nuevo la lista, compruebo con asombro que en 113 años, con todos sus días y meses, tan solo hay diez mujeres. ¡No doy crédito! Pero, ¡si es Francia! Ya, sí, pero son todo hombres. Lo cierto es que la última mujer no era blanca y encima tenía menos de cuarenta años: Leila Slimani. ¡Cielos! A ver si este galardón entra en crisis, mujer, marroquí y joven ¿Han oído hablar de ella? ¡Cuánto riesgo! ¿Qué pensarían Duras y Beauvoir de todo esto? ¿Creen que cuando ellas recogieron este premio pensaron que el camino estaba despejado? Lo dudo. Hay siempre una lucecita al final del túnel. ¿Será en 2019? ¡No! Lo gana JP. Dubois, pese a que había algunos dedos apuntando a Amélie Nothomb. ¡Uff! hubiera sido sospechoso, es entretenida, sí, pero…
Siento curiosidad por saber qué sucede con las mujeres novelistas que escriben en lengua inglesa. Tengo un profundo respeto por ellas, muchas hemos bebido de su genialidad. En los premios Booker, el premio más prestigioso en este idioma, cuento diecisiete mujeres novelistas premiadas en los últimos cincuenta años. Un momento…., doble canasta, alguien les ha dado un toque. ¡Doble premio! Diecinueve: Margaret Atwood y Bernardine Evaristo. La primera lo llevaba escrito en el carne de baile, pero la segunda es una sorpresa. Si esto sigue así, dejo de actualizar ya este artículo. Bueno, esperemos, que aquí somos muy de arrebatos.
Viajo hasta los Estados Unidos. Elijo el Premio Pulizer de novela. Lo hago para no jugármela. Calculo que desde 1916, o sea, más de cien años, solo diecisiete mujeres lo han ganado, aunque durante los últimos dos años, parece que la tendencia es razonable en esta y otras categorías. y sin ser demasiado quisquillosa, observo que finalistas sí existen, pero fue Donna Tartt la última mujer que se llevó este premio en 2015. La tendencia es buena, ¿saben por qué? Quizá, la respuesta esté en el número de mujeres que, desde 2013, componen el jurado de este premio. No son más, pero han ido equiparándose con ellos, sus compañeros. Y aquí me detengo a mojar una galleta en el té. Aquí reflexiono. Cuando los jurados estén formados por hombres y mujeres por igual, este asunto se termina. Casi seguro. Y si no, echen un vistazo a lo que ha sucedido con el Premio Vargas Llosa. Nosotras no protestamos por gusto, tenemos muchas cosas que hacer. Tampoco nos victimizamos. Solo alertamos de que algo no funciona bien. y, por lo que estoy viendo, funciona.
En el Premio Internacional Franz Kafka, en dieciocho años, solo hay tres mujeres: Atwood, Jelinek y Hodrová. Aquí la cosa se tuerce. ¿Qué pasará después de Pierre Michon?
No me altero. Ha dejado de llover. Se enfría el té. Me pregunto, por qué he decidido meter las narices en esto, de verdad, con la cantidad de trabajo que tengo. Cosas de mujeres, supongo. Sigo. Un tímido rayo de sol se posa sobre el Premio Cervantes. Cuento los años que lleva el premio reconociendo el talento femenino. Son cuarenta años. Cuatro décadas y cuatro mujeres. ¡Y yo me quejaba! María Zambrano, María Loynaz, Ana María Matute, la activista mexicana Elena Poniatowska y hace un año la poeta, crítica, ensayista y profesora uruguaya Ida Vitale. Bueno, sí hay cambio de tendencia en la tierra de Sancho, estamos de enhorabuena. ¿Se imaginan que el año que viene ya no tenga que dedicarme a manosear este tema?

Me entra una ligera alegría que sustituye a la ligera tristeza de hace dos años, esa que acompañaba a la impotencia, a la nostalgia. No me achico y continúo. Llovizna, el sol desaparece y llego a los Premios Princesa de Asturias. Premio que ha adoptado nombre de mujer. Esta vez, seguro que salimos mejor paradas. Veamos, no se vengan arriba. En treinta y seis años, en cinco ocasiones se reconoce el trabajo de siete mujeres. No me salen las cuentas. ¡Claro! Qué tonta soy. En 1988, como Carmen Martín Gaite no era suficiente, lo comparte con Jose Ángel Valente. En 2003, Susang Sontang sube a recoger el premio con Fatima Mernissi, es muy lógico, así se hacen compañía entre ellas. A ver, si me he enterado bien. No solo no hay apenas mujeres, sino que, encima, comparten el reconocimiento. Llegamos a 2008 y tenemos la suerte de que la maravillosa Margaret Atwood ve su talento y trabajo recompensado. El premio es para ella sola. ¡Un momento! Pero, ¿qué pasa? La semana pasada la estupenda Siri Hustvedt gana este premio. fue entonces cuando me dije, Eva, tienes que revisar este post, debemos ser justas. Leo los titulares: «…incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de ráiz feminista». no quiero pensar mal, no me dejo decarrilar.

Doy un salto al Premio Nacional de Narrativa. Comenzó su andadura en 1924 y, al poco tiempo, en 1927, Concha Espina se hace con él. Pasan veintitrés años y, parece que la única mujer que escribe es ella, porque se lo vuelven a dar. Le sigue Laforet y Ana María Matute. Dejan pasar dieciocho años y antes de que comience la década de los ochenta, reconocen el trabajo de Carmen Martín Gaite. Habría que esperar casi veinte años para que Carmen Riera ganara este premio, y otros veinte más para que fuera la escritora Cristina Fernández Cubas. Pero, ¡por qué les costará tanto otorgar un premio de narrativa a una mujer! Echo un vistazo a lo que ha sucedido este año, igual les hemos gustado y han vuelto a reconocer nuestro trabajo. ¡Estupendo! Han recapacitado. ¡Otra mujer! La madrileña Almudena Grandes. Trabajadora incansable de nuestras letras. No quiero emocionarme demasiado, a ver si esto es solo una palmadita y vuelven a las andadas. Como un espíritu inquieto, en 2019, este premio mete los pies en el barro y se la juega, ¡otra mujer! y además, es una escritora completamente al margen de corrientes, modas y escaparates, lleva la cabeza rapada: Cristina Morales. Es jovencísima, las Redes Sociales tiemblan y los muelles de algunos sillones de orejas saltan con forma de reproche, indignación y cosas más feas. Es una puesta arriesgada, un giro inesperado. Me viene a la mente ese dicho tan nuestro de «si querías sopa pues…».
No ha dejado de llover, el cielo cae como cemento, mis gatos se arrebujan en la manta cuando llego al Premio de la Crítica de Narrativa Castellana. Terrible. ¡Sesenta y un años de reconocimientos y tan solo cuatro mujeres! La última Cristina Fernandez Cubas. Creo que, por el momento, son los que menos nos quieren. A ver si, por fin, hay un giro a favor de las novelistas con la recién galardonada Raquel Lanseros en poesía y me obligan a quitar eso de ¡Terrible!

Cojo mis bártulos y salto a los premios literarios que otorgan las editoriales. Selecciono editoriales de narrativa. Serias. Tengo una curiosidad malsana, muy de escritora puñetera. Primera parada: Premio Herralde de Novela. Son más de tres décadas de premio. Nace en 1983. Me congratulo. Tengo la certeza de que voy a llevarme una alegría. En principio, no. Ninguna alegría. Pasaron diez años antes de que la escritora, investigadora y profesora, Paloma Díaz-Más, lo lograra después de ser finalista. Me sirvo una cerveza. Me animo yo sola. Sigo repasando y, por fin, llego al nombre de Guadalupe Nettel. Lo ganó en 2014 y, dos años más tarde, lo logra Marta Sanz. ¡Qué seguidos! Deja de llover, se abre el cielo. ¿Otro cambio de tendencia? Parece que sí. En 2018 la escritora Cristina Morales se lo llevó, ella no sabía lo que vendría luego. Yo me asomo al 2020 y sí, la cosa está cambiando, la argentina, Mariana Enriquez se lleva el premio. Se lleva este y también el de más arriba. ¡Qué alegría, señores, creo que voy a abandonar pronto las actualizaciones de este post.

Uno de mis gatos, el negro, se despereza. Me mira con lástima. Llego a la segunda parada: Premio Alfaguara de Novela. Cuento con los dedos de una mano. Desde 1965, con un parón de más de dos décadas, durante el cual no hubo premio, cinco mujeres han ganado este galardón. Y, ¿saben lo que he descubierto? Pues que, en 2005, por primera vez, se comparte. Sí. No lo comparten dos hombres. ¡Qué va! Son dos mujeres, claro. Graciela Montes y Eva Wolf. ¿Se lo merecían a medias? Quizá sí, quizá no. Lo curioso es que, desde 2016 hasta 2020 que se lo lleva Arriaga, en este premio no hay cambio de tendencia. Ni se las oye, ni se las espera. ¿Será en 2021?
Me levanto de la silla. Estiro el cuello. Los gatos han dejado de mirarme con lástima. Duermen. Ahora es el pastor inglés, Elvis, el que lame mi mano. Lo hace con un cariño enorme. Me desarma. Vuelvo a mi sitio. A veces, hay que volver al sitio para seguir avanzando. Más premios, venga que voy por la segunda cerveza y la tercera parada. Me voy al grupo Planeta: Premio Nadal. Dieciséis mujeres. ¡Qué barbaridad! Y, eso no es todo, en los últimos doce años, se alternan ellas y ellos. Premio Málaga. En trece años lo ganan cuatro mujeres. Sin cambio de tendencia aparente, abrá que esperar a diciembre. Y sigo, con todos ellos, hasta que me encuentro con el Premio Unicaja de novela Fernando Quiñones. Le hago un guiño, ¿seré yo ese cambio de tendencia? No, no lo soy. Veremos qué sucede el los próximos años.
Termino otra revisión de este artículo, sin aliento. Algo menos triste que cuando lo empecé a escribir en 2017. Sigo creyendo que vamos por el buen camino, el de la igualdad de oportunidades. Tengo la certeza de que, tarde o temprano, ellos nos leerán y además, les gustará hacerlo. De que habrá muchos más premios con nombre de mujer, y donde las mesas del jurado serán coloridas. Hasta que un día, por fin, a nadie le importe si eres o no mujer. Quiero vivir lo suficiente para verlo y aplaudirlo.
Actualizado: noviembre 2020.
Eva Losada Casanova. Escritora. Profesora en los talleres de novela y narrativa de La plaza de Poe. Imparte cursos de escritura en el sector público, en la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid, ciudad donde coordina las CATAS LITERARIAS y varios Clubs de Lectura, entre ellos el Club virtual en Bibliotecas públicas: Brújula literaria.
Es autora de las novelas: En el lado sombrío del jardín (Funambulista, 2014) 4ª finalista Premio Planeta y finalista Premio círculo de lectores 2010; El sol de las contradicciones (Alianza, 2017) XVIII Premio Unicaja de novela Fernando Quiñones y Moriré antes que las flores (Funambulista, 2021), El último cuento triste (Huso, 2022). Escribe en varios medios culturales, colabora y es columnista en el Periódico de Hortaleza desde 2016.

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Obvio. Las editoriales no son bobas… las mujeres leen a mujeres. Más del 70 % … Es marketing, no calidad. Hay que vender, de eso se trata.
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