La escritura no tiene nada de inmediato, la lectura tampoco, ni la edición, ni la traducción, ni el proceso creativo. No hay cabida, no hay lugar, son como el agua y el aceite.

TALLERES, charlas, eventos, CATAS literarias y certámenes. Fomentamos la escritura.
La escritura no tiene nada de inmediato, la lectura tampoco, ni la edición, ni la traducción, ni el proceso creativo. No hay cabida, no hay lugar, son como el agua y el aceite.
Esta leyenda a la que hace referencia Kipling cuando recogió el Premio Nobel de Literatura con apenas cuarenta y dos años, no solo habla del poder de la palabra sino de algo que a mí me ha causado siempre una profunda inquietud: la desconfianza hacia la ficción como tal.
En un poema cabe todo, desde la contemplación de una verja oxidada a la escucha del maullido de un gato. Desde la luz de las galaxias que se alejan a las sombras que va dejando una vela al apagarse, desde la piedra de Sísifo hasta la montaña de la procede esa piedra. Tal vez lo único que no cabe en un poema es llenar un vaso vacío con un vino que no sabe a nada.
Independientemente de la edad, cuando terminamos de escribir nuestra primera novela, en seguida, buscamos cómo dar salida al texto. Inicialmente, nuestro total desconocimiento de cómo funciona el sector editorial nos da alas —desde nuestra inconsciente valentía y repletos de ilusión— para iniciarnos en la eterna tarea de hacer llegar nuestro manuscrito a las editoriales.