Y es que ese susurro que nos trae la literatura atormentada, aunque se tiña a veces de un color amable, es la antesala del desenlace de nuestra propia vida. Escribimos lo que somos, aunque sea siempre desde la incerteza, y lo hacemos desde el lugar al que pertenecemos, y cualquier cosa alejada de eso me resulta ajena e impuesta.
