La helada sangre azul y la maestría de YURI BUIDA

Autora: Eva Losada Casanova

La Helada sangre azul o la maestría de Yuri Buida

Un crítico le dijo que no podría escribir novelas, que él era un cuentista. Así que Yuri Buida estiró su universo narrativo y escribió Helada sangre azul. Esta exquisita obra, de una belleza apabullante, comienza como cualquier novela de suspense, pero unas páginas más adelante, nos percatamos de que estamos entrando en un torbellino literario, poco convencional y de una gran riqueza narrativa. Helada sangre azul es un homenaje al arte, al drama, a un país y una historia. Es una mezcla entre falsa biografía novelada, cuento tradicional ruso con interesantes ingredientes de realismo mágico. En seguida, el lector más familiarizado con los clásicos rusos evoca a Lescov, Pushkin, a los cuentos del Lev Tolstoi más tardío, ese Tolstoi que un día decidió dejar de escribir como Tolstoi pero que, afortunadamente, no pudo. Yuri Buida nos va presentando un personaje tras otro, ellos, los personajes se miran y dan entrada, como en un gran escenario. Cada uno cuenta, opina, reflexiona sobre el teatro, la literatura, este suceso, aquel y, sobre todo, mira a Ida la protagonista de Helada sangre azul, una mujer única que te posee como un sueño y ya no te libera. El personaje de Ida, ¡la gran actriz de pueblo!, la Mashenka de Chéjov o la mujer de las mil caras, está inspirado en la actriz rusa Valentina Karavaeva, todo un icono durante los años hostiles de la Segunda Guerra Mundial en la Rusia soviética. Aunque el personaje de ficción y el personaje real no siempre caminan de la mano,aunque sí se hacen muchos guiños.

«Desde el puente, yo escudriñaba las cimas de los pinos y abetos tratando de discernir el fantasma de ese país maravilloso, mientras Ida encendía un cigarrillo y se dedicaba a destruir metódica y despiadadamente todos esos mitos, cuentos y patrañas sin más».

El lector irá poco a poco descubriendo todos los sucesos que componen la vida de Ida, pero no espere que Buida se lo ponga fácil. Esta historia está escrita con un tiempo narrativo fragmentado y presentado en varios niveles o planos temporales. Es una novela, además, multifocal, pero sin una estructura marcada y aparentemente ordenada, sino todo lo contrario. El lector tiene que trabajar, escribe junto al autor, completa, encaja las piezas y no puede despistarse. Tenemos una novela con una estructura de cajas chinas, hecha de túneles, cubículos, voces, cartas, diarios, crónicas, testimonios y una larga lista de recursos narrativos perfectamente encajados. La voz narrativa la trae, Viernes, un «falso» testigo que, en un par de ocasiones, cede el protagonismo a un narrador omnisciente que irrumpe sin ruido y juguetea con nosotros los lectores.

Helada sangre azul es una vitrina de objetos cargados de significado, de simbolismo, que van asomando a lo largo de la historia como susurros. Sabemos que nos llevan a otros lugares, lo intuimos, pero hasta que no llegamos al final del libro no somos capaces de retirar el velo a la gran pintura que se ha ido formando. El lector transita por Faulkner, Tanizaki, Lorca, Chejov, incluso por las voces de Macbeth y termina acurrucándose junto a la Bella durmiente. Y, bajo tierra, surge otra historia, la del país, su violencia, sus esperanzas, sus sueños rotos, sus silencios, el desencanto y el amor a la tierra. Helada sangra azul emana amor a la tierra, a la literatura, al cine. La atmosfera lograda en esta novela me ha recordado a Henry James, a Edgar Allan Poe, a Hoffmann, pero también a Cartarescu o a Juan Rulfo. La lectura de esta obra ha sido una maravillosa experiencia, intensa y creativa.

«Ida de repente se hizo ligera y vacía; acto seguido de un lugar muy profundo irrumpió un raudal de intensa luz de color lila, la luz alegre de la locura; la arrasó una ola brillante, ella volaba, se disolvía, extasiada, se convertía en cenizas felices, luego lanzó un grito…»

La traducción de Yulia Dubrovolskaya es excelente. No ha debido ser nada fácil captar el juego rítmico de la prosa y las pausas en la puntuación, tampoco la melodía borgiana que surge entre los párrafos o los juegos de palabras que Buida hace para identificar a algunos personajes, lugares o expresiones. Las notas aclarativas establecidas por la editorial son las justas y el diseño de cubierta de Iban Barrenetxea tiene la misma misteriosa textura que la propia novela. Va a ser difícil borrar de la memoria la plaza del reloj, la casa Africana, la iglesia derruida, el bote con el corazón de cerdo, las tórtolas, los pétalos cayendo frente a Lisa o esos velos que van y vienen por las calles empedradas del pequeño pueblo de Chudov. Y la maestría que emana de la sangre azul.

Editorial: Automática.

Páginas: 252

Eva Losada Casanova. Escritora. Profesora en los talleres de novela y  narrativa de La plaza de Poe. Imparte cursos de escritura en el sector público, en la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid, ciudad donde  coordina las CATAS LITERARIAS y varios Clubs de Lectura, entre ellos el Club virtual en Bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid: Brújula literaria.

Es autora de las novelas: En el lado sombrío del jardín (Funambulista, 2014) 4ª finalista Premio Planeta y finalista Premio círculo de lectores 2010; El sol de las contradicciones (Alianza, 2017) XVIII Premio Unicaja de novela Fernando Quiñones;  Moriré antes que las flores (Funambulista, 2021), El último cuento triste (Huso, 2022). Las voces del jilguero (Funambulista, 2024). Escribe en varios medios culturales, colabora y es columnista en el Periódico de Hortaleza desde 2016.

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