La mirada del payaso de HEINRICH BÖLL sesenta años después.

Autora: Eva Losada Casanova

Las novelas no siempre envejecen frescas y firmes, en ocasiones se nos deshacen entre los dedos como un meteorito al atravesar la atmósfera. Hay muchas otras que no importa si han transcurrido sesenta años desde su publicación, el interés es prácticamente el mismo. En ocasiones, incluso mayor. Compruebo muy a menudo que los libros que comienzan su andadura al margen de modas y tendencias llegan lejos, no se desintegran. Quizá pertenezcan a ese exquisito grupo de obras que emanan de las entrañas del autor, quizá los personajes bien construidos nunca tienen edad…

Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura y autor controvertido, como tantos otros, da vida pública a su payaso en 1963. Seis décadas después, Hans Schnier, un payaso «sensible a la melancolía y a la jaqueca», descarado e irreverente, revive en nosotros, nos atrapa. No cae simpático, es cierto, no nos llega a encoger el corazón, pero sí nos asombra y emociona; lo sentimos cerca y su «casi don místico» nos entusiasma, al menos a mí. Ese «casi don místico» resuelve algunos problemas con los que el autor se encontró a la hora de la construcción de personajes secundarios como: Kostert Fredebeul, Zohrenan, etc. Hans nos lleva de la mano por una Alemania llena de contradicciones, injusta, hipócrita, pero también dolorida, muy dolorida. Frecuentamos las calles (de la no siempre alegre Bonn) sin salir de una habitación, mientras nos tomamos un coñac a palo seco, un café negro o nos damos un baño de espuma. Acompañamos al payaso en sus reflexiones, en su mirada; es esa mirada al exterior, a una realidad que no tolera, que le indigna. Carece de una trama convencional, no la necesita. Basta con la fuerza del personaje, el manejo del tiempo narrativo y el lenguaje para sostenerlo todo. La acción nos sobra, con los diálogos y algunas escenas muy impactantes, estamos satisfechos. Encontramos a un hombre encerrado entre cuatro paredes, en sus recuerdos y en un futuro incierto. Vamos comprendiendo poco a poco, gracias a un buen manejo de la frecuencia narrativa, qué ocurrió, qué sucesos le han llevado a la situación en la que se encuentra, qué Alemania añora, cual detesta. Todo ello bañado por una espuma espesa de sarcasmo, un humor fino, un tono de angustia, desprecio y autocomplacencia que tiene como resultado una voz narrativa muy atrayente. Son 25 capítulos cortos diseñados con un patrón muy identificable, que se asientan en sucesivas llamadas telefónicas en las que vamos conociendo el crisol de personajes, sus miserias, sus traiciones y contradicciones. Pocos se salvan de la hoguera, pocos son realmente admirados por Hans. Hans los mira, los huele y analiza. Nos enteramos de quiénes fueron y quienes son. Hay momentos en los que incluso dudamos de que cierto personaje atraviese el espacio físico y entable un diálogo con el protagonista. Lo dudamos nosotros y lo duda el propio personaje. Aquí, creo yo que radica el encanto de la novela, en lo subjetivo, en la mirada. Hubiera sido más acertado traducir el título de otra manera, ¿miradas de un payaso? Es posible que sea algo más acertado, más ajustado al título original: Ansichten eines  Clowns (Vistas de un payaso).

Si hay algo anticuado en esta novela son ciertos términos como, por ejemplo, el término invertido cuando nos referimos a homosexual. ¿Realmente se utilizaba el término invertido en 1973, año de la traducción de Lucas Casas?

Nuestro payaso reflexiona sobre el arte, ¿qué es ser un artista? ¿Quiénes eran y quiénes son hoy artistas? Esta reflexión me la traigo al año 2023 y me funciona.

«Cuando se empieza a tomar por artistas a los temperamentos artísticos, surgen los más irritantes equívocos»

 Y también reflexiona sobre el compromiso del arte. En la novela la palabra compromiso está enmarcada. Este compromiso está latente en la vida de Heinrich Böll, en el Grupo del 47, al cual perteneció, y en todos aquellos creadores que como Günter Grass y tantos otros quisieron recuperar las voces dormidas, acabar con el silencio que reinó durante aquellos años, tras Broch, Mann, Musil o Zweig. Böll también se comprometió con nosotros, con los autores, a través del PEN Club, con sus reconocimientos, premios y homenajes, se comprometió con «la causa del oficio». (No me pregunten sobre el PEN Club español en la actualidad que me entristezco). El compromiso era también para él, un acuerdo sin papeles, sin convencionalismos; el compromiso debe ser real, muy humano. Incluso el amor nunca debería estar atado a falsos contratos. Es ese amor que el payaso siente por Marie, lo más enternecedor de esta historia. Conocemos a Marie, a su Marie, un personaje al que el lector no puede aproximarse lo suficiente, ese privilegio solo lo tiene nuestro payaso.  Así, encontramos a una mujer que, como tantas otras en aquella época, solo espera, y lo hace mientras es fiel a sus ideas y convicciones. ¿Qué convicciones? Aquellas con las que nuestro payaso disiente. Marie aporta mucha ternura a esta novela, contribuye a unas escenas entrañables, pero, sobre todo, a grandes silencios. Opiniones de un payaso es una novela con silencios en los que el lector tiene que manejarse con cuidado, porque no todo lo que parece suceder, sucede. Hay mujeres que no desprenden olor, otras que no saben llorar por la muerte de sus hijos…Las hay que cocinan, están las que se someten, las que luchan por sus ideas y otras que, como Marie, llenan el universo con el movimiento de sus manos. El pasaje de las manos, la proyección que hace Böll de Marie, es estupenda.

«Las manos de las mujeres casi dejan de ser manos: tanto si extienden mantequilla sobre el pan o retiran los cabellos de la frente…»

Los diálogos, directos e indirectos, a través del hilo telefónico, son incisivos, llenos de dobles sentidos, ágiles y divertidos. Sobre todo, aquel en el que el payaso intenta que le pasen con su hermano sacerdote o el que se desarrolla entre Hans y su padre. Están identificados con comillas en vez de guiones de diálogo. Esta novela necesita una reedición urgente, una revisión de la traducción y algunas cosas más que cualquier lector un poco despierto detecta enseguida.

El narrador, intradiegético, acompaña al protagonista de la historia, es una voz que quizá desentone en ocasiones con la edad del jovencísimo personaje al que representa, ya que nos encontramos con un joven anciano, un cascarrabias aparentemente más cerca del final de sus días que del fresco desencanto de la propia juventud. Este narrador se transforma en algunos capítulos, propio de ciertas novelas de corte vanguardista, que ya vemos en otros autores estupendos como Schnitzler que, por cierto, no sale muy bien parado en esta historia. ¿Por qué?  Lo desconozco, espero esclarecer esta incógnita gracias a las bondades de algún lector.

La religión está presente en cada capítulo, se aferra a cada cuestión y reflexión. En ocasiones católicos y protestantes son enfrentados, otras veces encontramos dardos envenenados, pero siempre hay un algo de nostalgia extraño, un efluvio que emana del payaso que no siempre es fácil interpretar. Supongo que el camino que siguió el autor en su propia vida o el de Alemania, su país, se proyecta en el desencanto de su personaje. Ateos hablando siempre de Dios, católicos intelectuales…

«Mis padres, protestantes acérrimos, siguieron las corrientes de tolerancia religiosa que imperaban en la posguerra y me enviaron a un colegio católico».

 Böll, en la universidad, tuvo a un profesor valiente, Gerald Nebel, antinazi declarado, un maestro que le enseñó a alzar la voz, a defender las causas justas. Esta es una novela crítica, como casi todas sus novelas, reveladora con el universo en el que se encuadra. Crítica con la inacción, la discriminación, con la parsimonia, con la economía del desperdicio, la falsa política, la falsa religión, con la mujer sumisa, con los hipócritas, con el conformismo, con los convencionalismos, la inútil tradición, con otros autores … El payaso es una víctima y una conciencia, ¿un nostálgico o un vago? Es quizá un alma casi pura, un artista para algunos pocos, un farsante y el demonio para muchos otros. El payaso, parece ser una gran metáfora en esta historia, parte de un «carnaval», el de la vida. Decidan ustedes, interpreten y analicen. Quizá no estén nada de acuerdo conmigo, quizá sí, ahí radica la experiencia que cada uno de nosotros extrae de estas lecturas.  

Eva Losada Casanova. Escritora. Profesora en los talleres de novela y  narrativa de La plaza de Poe. Imparte cursos de escritura en el sector público, en la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid, ciudad donde  coordina las CATAS LITERARIAS y varios Clubs de Lectura, entre ellos el Club virtual en Bibliotecas públicas: Brújula literaria.

Es autora de las novelas: En el lado sombrío del jardín (Funambulista, 2014) 4ª finalista Premio Planeta y finalista Premio círculo de lectores 2010; El sol de las contradicciones (Alianza, 2017) XVIII Premio Unicaja de novela Fernando Quiñones y  Moriré antes que las flores (Funambulista, 2021), El último cuento triste (Huso, 2022). Escribe en varios medios culturales, colabora y es columnista en el Periódico de Hortaleza desde 2016.

eva-losada-casanova-

2 comentarios en “La mirada del payaso de HEINRICH BÖLL sesenta años después.

Deja un comentario