G. PEREC. Los espacios.

Autora: Eva Losada Casanova

No sabía con qué me encontraría antes de abrir este libro donde los únicos protagonistas son el espacio y el individuo que lo habita: Georges Perec.

            Leo: “Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos”. El párrafo me inquieta. Avanzo por sus páginas. Están llenas de miradas, de introversión, de afirmaciones y de dudas. A través de los espacios el autor construye de manera ordenada pero desde una perspectiva del todo original, una biografía de sí mismo. Somos aquello que habitamos. Desde la hoja en blanco hasta el hueco del ascensor que, cada mañana, nos lleva al descansillo de nuestro edificio. Somos el barrio, que viene y se va de nuestro día, un espacio que del cual participamos o no. Somos para Perec un trayecto, con sus jardines, sus estaciones y sus esquinas. Cualquier espacio nos encuentra dentro.

            Después de varias páginas comprendo que Perec me ha arrastrado por el camino de la creación partiendo del espacio. Logra situarme donde él quiere, juega con la aparente simpleza del universo, otro espacio donde todo empieza pero para Perec no termina. Parece un libro casi infinito, un paseo por el todo. Perec es urbano, le gusta serlo, se mueve entre el asfalto, lo palpa y respira, por sus venas fluye la ciudad de París, ciudad desde donde parece partir la inmensidad. Sigo leyendo. La sensación de dispersión a través de la innecesaria numeración de las hojas desaparece de inmediato, no hay rompecabezas, todo, absolutamente todo en este libro obedece a una estructura previa, no hay caos sino orden. El orden del espacio. Me detengo en seco. Hay una sucesión de verbos para mudarse, otra para instalarse. Nadamos en casi trescientos verbos que Perec nos ofrece para que nos sumergamos en ellos; y mientras lo hacemos, habitamos, transformamos, abandonamos un espacio, el nuestro.

            El texto se enfrenta a una puerta, ¿cuántas cosas abre y cierra una puerta? Estamos mirando esa puerta, el autor nos lleva a través de un sendero que termina en una “pieza” sin puertas. Perec  nos invita a caminar. Leer “Especies de espacios” es caminar, subir escaleras. “No pensamos demasiado en ellas—nos dice— deberíamos aprender a vivir mucho más en escaleras. Pero ¿cómo?”. Nos dice que son ostiles, feas, lo más mezquino de los edificios. Solo las escaleras de los edificios antiguos son bellas para él. Es en ese momento cuando el lector sonríe y encuentra ternura entre las lineas escritas. Una ternura infantil y brillante.

            Llegamos a la mitad del libro y Perec nos hace cómplices de otro de sus grandes experimentos “La vida instrucciones de uso”, todavía inexistente, todavía por escribir, pero que verá la luz. Disecciona un edificio sin paredes, vidas a la intemperie; y sin darnos cuenta nos a hecho participes de su nueva novela. ¿Otro juego?

            Por si fuera poco, van apareciendo más juegos, ejercicios de observación perfectos para cualquiera cuyo oficio sea la escritura. Nos invita a detener la mirada en lo cotidiano, aquello que pasa desapercibido, provocar eclipses de sol con un dedo o cambiar el tamaño de las cosas; en definitiva, mira el mundo desde otro lugar. Mirar aquello que está pero no vemos. Anécdotas, citas, escenas de infancia…Todo tiene un espacio, todo es parte de ese espacio, de las “Especies de espacios” de Perec. Traducido por Jesús Camarero, publicado originalmente en 1974 y aparecido en España de la mano de la editorial Montesinos.

“Mis espacios son frágiles: el tiempo va a desgastarlos, va a destruirlos: nada se parece ya a lo que era, mis recuerdos me traicionan, el olvido se infiltrará en mi memoria…”